15 de agosto de 2014

El Psicoanálisis frente a las dificultades parentales

En la actualidad, resulta cada vez más frecuente escuchar las dificultades que los padres manifiestan respecto de la crianza de sus hijos. Las diversas manifestaciones que niños y niñas expresan tienden a producir un efecto de desorientación. Niños y niñas que parecieran tornarse incomprensibles para sus padres y que de continuo parecieran prodigar más problemas que felicidades. Cuestionada la autoridad de cada uno como padre y madre, la pregunta por los límites hace su entrada. ¿Cuánto malcriar, aguantar? Rápidamente estas preguntas transitan hacia la urgencia de la respuesta, cuestión que se ve fácilmente acentuada cuando la escuela ejerce presión y demanda una solución.

En una época en que "el Otro no existe", como dice el psicoanalista francés Jaques Alain Miller, se ha visto modificada la creencia en la palabra, no sólo la propia sino la de los otros quienes están puestos ahí junto a nosotros, lo que trae indudablemente consecuencias en la manera en cómo hoy se sostienen los lazos entre los miembros del grupo familiar.

Hasta hace no demasiado tiempo atrás, la forma predominante de resolver las dificultades inherentes al proceso de acompañar el crecimiento de un hijo o hija, se encontraba más del lado de ir a buscar la experiencia de otro miembro de la familia, por lo general la madre o la abuela, quienes podían transmitir algo de su experiencia y saber respecto de cómo pudieron o no resolver los desafíos planteados. Otras alternativas se producían en el encuentro con otras madres y padres, quienes desde una cierta posición de simetría, podían cada uno dar cuenta de sus acierto y errores, lo que funcionaba y lo que no. Estos ejercicios de discurso, de palabra que por cierto son muy importantes y difundidos hoy, han ido declinando en favor de una incipiente forma de encontrar respuesta a las interrogantes que plantea la parentalidad.

Ha ocurrido un desplazamiento marcado por el ascenso de lo que me atrevería a nombrar como las disciplinas de la puericultura y el conocimiento de la infancia. El siglo XX fue prolífero en producir teorías acerca de los niños y niñas, lo que no puede ser entendido fuera del contexto de los distintos eventos ocurridos: guerras que producían separaciones prolongadas entre niños y padres, violencia en el contexto de la familia, dificultades escolares, entre otras, que hicieron necesario pensar cómo proveer de bienestar a sujetos que expresaban, la mayor parte de las veces a través de su conducta, sufrimientos y fenómenos afectivos incomprensibles. Si bien estos conocimientos son un acervo cultural innegable, se han ido produciendo ciertos efectos que no han sido del todo positivos, por lo menos en lo que respecta a su uso actual, que tiende a la clasificación y segregación. Esta dimensión técnica del conocimiento se revela a cada instante.

Hoy, estos conocimientos se han masificado, alcanzando un consumo insospechado por parte de los adultos: libros de ayuda para la crianza, notas en los diarios sobre el desarrollo de niños y niñas, técnicas del dormir, de alimentar; los padres y madres ideales, sin fallas ni problemas, son el modelo de estos modernos cuentos de la ciencia. Sin embargo, se observa claramente que lejos de producir alivio, por cierto no para todos, se produce algo que podríamos llamar un efecto paradojal: un idea de inhabilidad, de no ser capaces y experimentar una continua frustración; desorientación.

La inhabilidad parental, concepto tan vacío como operativo en las intervenciones actuales en torno a la infancia, se ha constituido desde las ciencias sociales -particularmente de la disciplina psicológica- como el parámetro bajo el cual se legitima un violento cuestionamiento a las formas de hacer familia, más precisamente, los modos de hacer parentalidad.

Borradas las diferencias entre un libro y algunas consultas con un psicólogo, pues en ambos se encontrará una respuesta, un conocimiento de cómo ser padres -y evidentemente, cómo se es niño o niña- se produce una fractura en la forma de lazo que cada familia posee. La abuela ya no tiene la razón, ni la madre, ni el padre, ni los otros en general. La razón queda del lado de las tecnologías de la crianza, por parafrasear a Foucault.

Frente a este nuevo amo de la época, que expropia el saber singular que cada sujeto posee inserto en una historia de filiación, el psicoanálisis se advierte proporcionando un espacio para ir en la búsqueda de ese saber inconsciente. Subvertir estos efectos que permitan devolver a los padres esa capacidad de pensar y encontrar soluciones ajustadas a sus experiencias.

Una madre angustiada por su bebé de poco más de 1 año, me preguntó en una oportunidad ¿cómo hago dormir a mi hija?, a lo que le respondí ¿cómo la hicieron dormir a usted? Bastó esta pregunta para que recordará una serie de canciones infantiles con que sus padres la acompañaban al momento de conciliar el sueño. A partir de allí utilizó estas melodías para calmar a su hija, quien progresivamente y no sin dificultades, logró hacerlo. Sin embargo, es esta mujer que en tanto hija, fue acunada por las canciones de sus padres, encontrando una respuesta afectiva de sostén para ejercer su función de madre.

Dar lugar al sujeto, haciendo un obstáculo al "para todos" actual, es una posición que el psicoanálisis sostiene con convicción. Un ética y política de la singularidad, con lo ineliminable de cada uno, sin lo cual se hace imposible pensar el lazo con los otros.

Francisco Aliste
Miembro ALP

1 comentario:

  1. Una excelente articulación entre el marketing tecnocrático de la puericultura actual y cómo el psicoanálisis lacaniano intenta responder a ello.

    Saludos,

    José Luis Obaid.

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