15 de abril de 2016

Un país que rie

El país ríe en la escucha parlamentaria sobre el aborto. No lo digo en sentido crítico, puede ser un buen índice. Lacan al volver sobre el chiste, más bien el witz, sitúa en la risa el momento de placer luego de que el código ha sido modificado, incluso remecido, por una nueva significación, por un plus de significación, a partir de cierta articulación significante. Un más allá como efecto de la equivocidad constitutiva de éste.

Es probable también, como signo de época, que efectivamente los grandes relatos se vuelven irrisorios. Las ideologías salvajes comportan algo pueril. Cae el Nombre del Padre. Hay los nombres del padre y otras formas de anudar.

Un periodista sondea opiniones entre pasos ciudadanos. Uno dirá “la mujer tiene que decidir no las leyes”. No habla de los “derechos de la mujer” que sería, curiosamente, un imposible para el psicoanálisis. Para el ser hablante la posición sexual implica el paso por el significante. Ahí la anatomía no dice nada. Ahí se trata más bien de una lógica para una u otra modalidad de goce.


La posición femenina, no así el goce femenino, cuenta con la particularidad de que una parte del goce no pasa, no es seriado, por el significante. La lógica fálica, propia de la posición masculina, no logra absorber o subsumir por entero el goce. Por lo que el tratamiento de la pulsión, la relación de la mujer con el resto pulsional es distinto. Diré que hay cierta plasticidad para alojar ese resto.

Entonces, ¿de qué se trata en el debate? ¿Se trata de sostener una discusión sobre la vida y sus principios o es que lo irrisorio dice relación con lo pretenciosa que se vuelve la ley cuando intenta abordar lo femenino? Las mujeres abortan hace millones de años. Es más, el cuerpo femenino ejecuta abortos “espontáneos” desde siempre. Es parte de su saber hacer. La mujer tiene una relación particular y muchas veces singular con su cuerpo. No esperan en fila la salida de una ley para que ello comience a ocurrir.

Ahora bien, si la discusión y el debate se refieren a la vida y sus principios, ¿tenemos los analistas que abandonar la misma y dejar que la medicina reduzca todo en argumentos etológicos? Me parece que nos interpela en el punto en que una conceptualización de la vida no nos es ajena y la causalidad psíquica es una orientación para ello.

José Luis Obaíd
ALP Chile