6 de noviembre de 2015

Lo Femenino y el Lazo... Psicoanálisis y Mujeres


Por José Luis Obaid

El encuentro con las mujeres, al menos lo que el registro civil nomina mujer a partir de la diferencia anatómica, no es novedad para el psicoanálisis. Más bien, el nacimiento y desarrollo de la disciplina se encuentran intimamente relacionados con dichos encuentros y también con los desencuentros, los avatares y el devenir de la mujer y el ser femenino.

Tanto así, que la pregunta ¿qué quiere una mujer?, será inmortalizada por Freud, testimoniando la impotencia del saber, de un saber totalizante tan propio de la época actual, frente a lo inconmensurable del Otro sexo, como lo llamara Lacan. 





1.- Contexto.
Patricio Alvarez –analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)- presentó en la 59ª sesión de la Comisión de la Condición de las Mujeres (CSW), organizado por la ONU en New York en marzo del 2015, sobre el tema Igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Siendo ésta, una comisión funcional de la ONU-Mujeres en el Consejo económico y social de las Naciones Unidas que ha admitido a la AMP como una ONG con el estatuto de consultante especial.


Es un texto no sólo claro y por momentos didáctico en su transmisión, sino también con alcances políticos profundos para la comunidad analítica internacional de orientación lacaniana. El contexto del mismo dice relación con que dentro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM), sancionados por la ONU en el año 2000, el tercero es el Logro de la igualdad de género y “empoderamiento” de la mujer, término que significa el acceso a condiciones igualitarias de producción. 


Resulta llamativo, entonces, que este ODM es uno de los más difíciles de alcanzar, tomando el Informe 2012, donde su Secretario General Ban Ki-Moon plantea: “El objetivo de alcanzar la igualdad entre los géneros sigue sin cumplirse (…) alcanzar los ODM depende del empoderamiento de la mujer, de un acceso de las mujeres en condiciones de igualdad, a la educación, al trabajo, a la salud y la toma de decisiones”.


Esto llevó a que en 2010 se creara ONU Mujeres, entidad que sancionó sus Siete principios para empoderar a las mujeres. 

2.- Psicoanálisis y mujeres.

El encuentro con las mujeres, al menos lo que el registro civil nomina mujer a partir de la diferencia anatómica, no es una novedad para el psicoanálisis. Más bien, el nacimiento y posterior desarrollo de la disciplina se encuentran íntimamente relacionados con dichos encuentros y también con los desencuentros, los avatares y el devenir de la mujer y el ser femenino.

Tanto así, que la pregunta ¿qué quiere una mujer?, será inmortalizada por Freud, al finalizar su enseñanza, testimoniando la impotencia del saber, de un saber totalizante tan propio de la época actual, frente a lo inconmensurable del Otro sexo, como lo llamara Lacan.

Podemos señalar que el callejón sin salida al que Freud llega en su abordaje de la feminidad dice relación con haber creído que escuchando a las histéricas de su época encontraría la respuesta.


Será, en lo que podríamos llamar un tercer momento de los desarrollos freudianos, la referencia edípica, la que le proporciona las bases estructurales sobre las que se orienta para intentar responder al devenir hombre y el devenir mujer respectivamente.

Sin entrar en un desarrollo acabado del Edipo freudiano, podemos indicar que éste cuenta con el defecto de estar sostenido por una prevalencia de la lógica imaginaria, pues la serie de identificaciones dialécticas que allí son descritas y que darán origen a la posición masculina y/o femenina, incorpora de base la diferencia anatómica como causa del complejo de castración. Es decir, el temor a perderlo para el hombre y la envidia de el órgano para la mujer, serían el resorte castratorio que empuja al sujeto a las soluciones posibles frente a ello.

A partir de dicha conceptualización no cabe duda el por qué la reacción airada de los movimientos feministas en contra de Freud y el psicoanálisis, ya que no vieron allí más que una degradación del “género” femenino al estar éste definido nada más que en relación al falo, a la envidia fálica.

Retomándo el texto de Patricio Alvarez, quisiera compartir algunas de las ideas allí escritas que me parecen fundamentales. Primero, la diferencia establecida por Jacques Lacan entre el género –o “identificación sexual”– que algunos estudios utilizan y la “sexuación”:


- Género: dice relación con que las definiciones de lo masculino y lo femenino cambian con las épocas, por ello las identificaciones sexuales infantiles son diferentes según cómo lo social las defina. Por esto, las modificaciones que la cultura, las familias, el lenguaje, produzcan sobre qué se define como hombre o mujer, tendrán consecuencias sobre los modos de subjetivación: una sociedad patriarcal producirá un rol determinado para las mujeres, una matriarcal otro y una sociedad democrática otro.


- Sexuación: Lacan descubrió un modo de goce diferente para lo femenino y lo masculino. Al hombre lo situó con relación al modo de goce fálico, que implica la unión del goce con lo “simbólico”, es decir el lenguaje trasmite, de generación en generación toda una serie de determinaciones, deseos inconscientes, ideales, tradiciones, que tienen orientación patriarcal. Este goce fálico está orientado por lo paterno y tiene ciertas características: es medible, cuantificable, localizado en una parte del cuerpo, y ordenado por una ley que indica lo posible y lo imposible.


A la mujer, la situó en relación con dos modos de goce. Por un lado también es fálico, pero además, tiene un modo diferente llamado Otro goce, con otras características: es opaco, no decible, ni cuantificable, ni localizable. Desde tiempos inmemoriales ese goce encarna lo que se llamó “el misterio de la femineidad”.

Patricio Álvarez destaca cómo el psicoanálisis investiga las diferencias que hombres y mujeres tienen en su modo de hacer lazo con otros y funcionar en sociedad: de trabajar, ocupar puestos directivos, estudiar, relacionarse con colegas, superiores, subordinados, con la familia, la política, los lazos afectivos, etcétera.

Diferenciando el género de la sexuación, el psicoanálisis investiga cómo el acceso de las mujeres a los medios de producción modifica lo que antes tenía una característica patriarcal. Jacques Alain Miller lo llamó “feminización del mundo”: implica que otro modo de goce modifica lo social.

Esto es determinado por la caída de la sociedad patriarcal –la lógica del todo y la excepción- fundada en el régimen de Uno distinto y todos los demás iguales: la figura del dios, el jefe, el padre, se modificaron a partir del surgimiento de la ciencia y las revoluciones democráticas. Lacan lo llamó “declinación de la figura paterna”, refiriéndose al ocaso, el atardecer de esa figura.

Lacan lo indica con claridad, al dar cuenta de una curiosa y particular copulación dada en la época actual. Nos enfrentamos al encuentro brutal de el discurso de la ciencia y el discurso de el capital.

Resultan ser dos modos, por momentos inseparables y de actuar conjunto, para operar sobre lo real, es decir sobre el goce imposible. Por un lado la ciencia en su producción incesante de saber, un saber totalizante, un todo saber, que no deja margen ni posibilidad de emergencia de un saber más singular para cada sujeto. El capital, por otro lado, en la producción despiadada de objetos de consumo, de instrumentos en donde el cuerpo no sólo queda instrumentalizado sino que a la vez pasa a ser un instrumento más en la serie de los mismos y que, como resultado, detenta la homogenización esclavizante del modo en que cada quien goza.

El autor en cuestión, nos advierte que esto trae un riesgo: la caída del padre no implica un avance de las mujeres, sino una mayor homogeneización, un borramiento de la diferencia de modos de goce. Esto no deja lugar a lo femenino, sino que la lleva, muchas veces, a identificarse a lo masculino.


Lo femenino, en la medida en que su Otro goce no está determinado por las tradiciones e ideales que implican el goce fálico, tiene consecuencias psicológicas propias que el psicoanálisis investiga. Estas no son fijas, varían de una mujer a otra, pero funcionan como una orientación:


- más flexibilidad con relación a los semblantes de poder;

- menor necesidad de equilibrio y homeostasis, menor tendencia a la rutina;

- menor tendencia a la uniformidad y a la identificación grupal;

- mayor observación del detalle;

- prevalencia de los lazos afectivos, más respeto de las diferencias;

- uso democrático de la autoridad;

- menor dependencia de bienes y puestos, 

- más intrepidez: capacidad de asumir riesgos sin temor a la pérdida;

- capacidad creativa, menor sujeción a las normas tradicionales o preestablecidas;

- referencia a ideales singulares, menos masificados;

- defensa tenaz de lo que les es propio: hijos, familia.

Ellas muestran que la investigación del psicoanálisis sobre las consecuencias del goce femenino puede ser de utilidad para el empoderamiento de la mujer. La igualdad de género puede beneficiarse mucho en la medida en que aloje estas diferencias. Si no las aloja, corre riesgo de llevar a la mujer a lo que ocurre en muchas sociedades: queriendo identificarse al hombre aplasta su modo de goce. El resultado es la “mujer fálica”, con las implicancias sintomáticas que esto tiene: rigidización de sus caracteres masculinos, dificultades para las relaciones amorosas, pérdida de la creatividad, síntomas corporales, competividad exagerada, etcétera.

Esto permite comprender por qué la histeria, como estructura neurótica, y por ello ubicada en una modalidad de goce todo fálica obstaculiza el encuentro con lo femenino, el encuentro con algo del no todo que a la vez opera como condición de amor. La posibilidad de un encuentro amoroso en el cuerpo a cuerpo con otro, es decir la posibilidad de amar a otro exige una posición en falta, un no que logre horadar el todo compacto de la función fálica para ir en busca de un otro que ostente los atributos capaces de obturar al menos parcial y momentáneamente, como es el amor, aquella falta. Como decía Lacan, sólo como mujer se ama, de lo contrario el sujeto se ve envuelto en una lógica de satisfacción completamente autista u autoerótica.


José Luis Obaid

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